Vamos a abordar el sistema visual en profundidad. Cómo puede ser que se proyecten las imágenes que hay en el exterior a través de impulsos eléctricos en nuestro cerebro y éste cree una imagen nítida. Sin más, veamos ¿cómo vemos?.
¿Qué vemos y cómo vemos?
La visión no empieza y termina en el ojo. El cerebro está íntimamente implicado con el sistema visual y es responsable de la misma. Eso lo saben muy bien las personas que no tienen ningún problema en los ojos y que, sin embargo, tienen una mala visión como consecuencia de alguna alteración cerebral. Porque la visión es el producto global de un proceso que se inicia con la percepción sensible que se produce en el ojo, uno de los cinco sentidos principales del organismo. Pero esta percepción está ligada a una sucesión de fenómenos neurológicos que se inician en el ojo y que prosiguen hacia las neuronas visuales cerebrales, las cuales identifican la imagen en su base de datos y nos ofrecen la comprensión de lo que vemos. Por lo tanto, hemos de distinguir dos conceptos: la percepción y la visión, uno inconsciente y el otro consciente, tal como plasmó el poeta: “tus ojos, no son ojos que miran, sino que ven”.
Los mecanismos del sistema visual son complejos y no están desligados, por ejemplo, de los cambios circulatorios o vasculares, porque la retina es una estructura muy activa metabólicamente y por ello, consume gran cantidad de oxígeno de la sangre que le llega. Por esta razón, no hay que olvidar que todos los cambios vasculares influyen definitivamente en la visión, de modo que los cambios de presión sanguínea o la cantidad de flujo sanguíneo que llega al ojo, determinan una mejor o peor visión.
Todas estas razones nos inducen a hablar de la fenomenología de la visión, en su calidad de proceso dinámico de carácter sensitivo, el cual precisa de las siguientes fases:
- La capacidad y ejercicio de la percepción.
- Un proceso neurológico o transporte de esta percepción.
- Y otro proceso neurológico central como interpretación de la misma, en calidad de información que llega al cerebro y que ha de ser decodificada y recodificada nuevamente.
Y todo ello está sujeto a los problemas del entorno fisiológico: normalidad o anormalidad refractiva que afectará a la percepción de las imágenes, circulación sanguínea, tensión arterial, calidad del transporte neuronal, capacidad de recepción cerebral, decodificación e identificación, interpretación y toma de conciencia de esta interpretación.
La vista: fisiología y función
Entonces, el sentido de la vista está integrado por diversos órganos que cumplen la función de ver. Los órganos más externos implicados en la función visual son los ojos, no sólo capaces de captar la luz, su intensidad y las líneas y contornos de los objetos, sino también su volumen y color, de reproducir la imagen de lo que ven y transportarla al cerebro que la interpreta.
El ojo humano percibe imágenes en forma de haces luminosos que son captados por la retina, la cual los transforma en estímulos nerviosos que llegan a los centros decodificadores del cerebro. Allí son procesados y traducidos al lenguaje de las formas, los colores, el movimiento y los conceptos. Esto nos permite recibir información visual y reaccionar ante ella.
Dr. Carlos Vergés
Los mecanismos del sistema visual se basan en la capacidad de percepción lumínica de los fotorreceptores o células neuronales especializadas de la retina, las cuales son sensibles a la luz porque utilizan las ondas electromagnéticas de esta energía. Los fotones producen una reacción química en la que se desprende energía que se transforma en impulso eléctrico de mayor o menor intensidad, en función de la cantidad de luz percibida y de su longitud de onda.
Este impulso eléctrico se transmite a determinados centros nerviosos en los que se produce la percepción visual.
El sistema visual, como la audición, son percepciones a distancia y sus receptores son, en realidad, telerreceptores; ya que perciben la luz emitida o el sonido en función de su proximidad o distancia. En la visión, la luz reflejada por un objeto más o menos lejano determina sus formas, su color, su situación, su distancia, su relieve y su movimiento.
La visión del color es sólo una categoría de la visión, específica de los animales diurnos, como los humanos y la mayoría de primates. Tiene lugar gracias a unas células específicas denominadas conos que son las que perciben el color porque trabajan con alta intensidad de luz; mientras que las otras células de la visión, los bastones, sólo perciben el blanco, el negro y los grises y trabajan fundamentalmente en bajas intensidades. Los murciélagos, por ejemplo, sólo están preparados para ver de noche. Con lo que el color no forma parte de su visión ya que no cuentan con las células denominadas conos. Además, se orientan por el eco.

El sistema visual
El ojo representa el órgano receptor del sistema visual. Está constituido por el globo ocular y los anejos. El globo ocular está alojado en la estructura ósea de la cara, en la órbita, que lo protege de las agresiones externas. Para su normal funcionamiento dispone de un tejido graso que lo rodea, a modo de almohadilla, para que se disponga correctamente en la órbita, con una estructura muscular que permite la movilidad en las distintas posiciones de mirada. La protección del globo ocular se completa con los parpados. En la órbita también encontramos las glándulas lagrimales, encargadas de secretar la lágrima necesaria para humidificar la superficie ocular, y el paquete vásculo-nervioso, que garantiza el aporte de sangre y estímulos nerviosos.
El globo ocular tiene forma esférica, con una ventana transparente delante, la córnea, para dejar paso a la luz; una lente de enfoque, el cristalino, y unas túnicas o paredes externas que protegen y nutren a la retina, (esclerótica y úvea, respectivamente). En su cavidad interna se aloja el humor acuoso y el humor vítreo, encargados de mantener el tono ocular y con su transparencia facilitar el paso de la luz hacia la región posterior del ojo, la mácula.
Las partes del ojo
Las partes del ojo las podemos dividir en dos categorías principales:
La esclerótica es la parte blanca del ojo, tiene una estructura fibrosa que le confiere gran resistencia, por ello su función es la de proteger las estructuras internas. Inmediatamente debajo de ella se encuentra la úvea, una fina capa que recuerda a la piel de las uvas, de ahí su nombre, constituida por múltiples vasos sanguíneos. Su función es la de nutrir las estructuras intraoculares. Está dividida en tres regiones, el iris o parte de color del ojo, el cuerpo ciliar y la coroides. El iris delimita un espacio central, la pupila, que actúa como el diafragma de una cámara fotográfica, regulando la cantidad de luz que entra en el ojo, para evitar fenómenos de deslumbramiento. El cuerpo ciliar se sitúa detrás, junto a la lente o cristalino, colaborando en las funciones de enfoque y en la formación del líquido intraocular, el humor acuoso. La coroides tapiza la, casi totalidad del interior del ojo, dando soporte a la retina, que se sitúa junto a ella.
La coroides se encarga de mantener el aporte de nutrientes y oxigeno que necesita la retina para funcionar, así como la temperatura para que se den todas las reacciones bioquímicas que se requieren para que se inicie el milagro de la visión. La retina es la capa más interna y su región más posterior, la mácula, es la encargada de recibir la luz del exterior, focalizada de forma puntual por el cristalino, que actúa como una lente, como el objetivo de la cámara de fotografiar, para que la imagen que se genera sea nítida, perfectamente enfocada sobre la retina que, siguiendo el símil de la cámara, actuaría como la película fotográfica.

Funcionamiento del ojo
Como hemos dicho, la visión no sucede exclusivamente en el ojo. Hay una zona del cerebro encargada de la misma. Cada ojo envía sus imágenes a esta zona y éstas han de converger para que las señales se superpongan y no veamos doble. La retina, igual que una cámara fotográfica, imprime las imágenes al revés y el cerebro se encarga de decodificarlas en su realidad. Así que el funcionamiento del órgano de la visión es un binomio: ojo-cerebro.
Ver un objeto es tenerlo en el campo visual que es algo que se puede medir y que constituye una valoración muy importante como prueba diagnóstica.
El proceso perceptivo de la visión es múltiple, podríamos hablar de tres situaciones diferentes que se desencadenan una detrás de la otra:
Reconocimiento visual inconsciente
La que denominamos fondo-figura, donde, de una forma inconsciente, reconocemos objetos que significan algo para nosotros, respecto al fondo en el que se encuentran, como una persona caminando por el campo al mirar a través de una ventana.
Captación del objeto
Una segunda situación sería la de captar un objeto en movimiento que “cruza” nuestro campo visual, como ocurre cuando vamos caminando y aparece una mariposa por un costado, inmediatamente es detectada por nuestra retina periférica motivando que dirijamos los ojos hacia ella.
Percepción visual
Justo en ese momento se inicia la tercera situación perceptiva, la percepción visual. En esta situación fijamos la mirada con la retina central, para analizar esa figura u objeto, para comparar los detalles que la constituyen con nuestro banco de memoria e, intentar así, “catalogarla”.
El ojo y su relación con el cerebro
La participación del cerebro está muy relacionada con el mecanismo de la visión. La corteza visual es la zona cerebral decodificadora de la señal percibida por el ojo, convirtiéndola en visión. Hay muchos elementos implicados en esta decodificación. Por ejemplo, hasta hace poco se desconocía que el sistema visual participaba en el fenómeno de la dislexia que sufren muchos niños. En la actualidad, en algunos casos, esta dificultad de lectura puede solucionarse a través de tratamiento oftalmológico o con unas simples gafas con filtro de color.
John J. Ratey, en “El cerebro: manual de instrucciones”. (Ed. Mondadori /Arena Abierta), explica el caso de Rolf, un psicoterapeuta disléxico que llevaba gafas amarillas para todo. Él se encontraba cómodo con ellas y utilizaba estos filtros constantemente. Luego supo que hay ciertos disléxicos que no leen bien porque las letras se les mueven y no consiguen fijar la mirada y anclarla en la línea donde leen. Con las gafas Irlen de distintos colores consiguen esta fijación. Rolf lo conseguía con el color amarillo.
Veremos en el apartado sobre “Problemas oculares en la infancia”, todos estos nuevos hallazgos sobre la dislexia que tanto influyen en el aprendizaje del niño. Los recientes descubrimientos en neurofisiología nos han dado a conocer casi toda la fase de procesamiento de las imágenes captadas por la retina, así como los distintos caminos que siguen hacia el cerebro.
A nivel central, en el cerebro, un sistema procesa la información sobre la forma, otro procesa el color, otro el movimiento, y un cuarto y un quinto decodifican la organización espacial (localización/distancia/organización espacial). Hay ciegos que no pueden ver los colores pero sí los movimientos. Y hay personas que tienen problemas para procesar el movimiento, porque se ha dañado de forma específica la vía que procesa esta información, respetando las otras formas de visión.
Dr. Carlos Vergés
Se han encontrado pruebas de que las zonas cerebrales dedicadas a un órgano de los sentidos, pueden adaptarse para otros sentidos en caso de un fallo en el mismo, es lo que se conoce como plasticidad cerebral. Estos estudios realizados con resonancia magnética y emisión de positrones (PET), permiten ver las áreas cerebrales que están en funcionamiento. Han revelado, por ejemplo, que cuando los ciegos leen los puntos en el sistema Braille, no sólo se activan las áreas cerebrales que usualmente se encargan del tacto, sino también una extensa zona de la parte cerebral vinculada con la vista. Y se ha comprobado asimismo que la corteza visual, en los ciegos, potencia su sentido del tacto.
El sistema visual y la memoria
Es interesante observar asimismo todo el complejo procesamiento del sistema visual ligado al de las referencias de la memoria, tanto conceptuales como vivénciales. Porque la memoria constituye la base de datos identificativos de las imágenes y condiciona la reacción inmediata frente a ellos.
Ratey especifica muy bien, en su libro, EL proceso visual: “la visión se inicia cuando los rayos de luz inciden en el ojo”. Esa señal que entra se transforma en energía electromecánica, que se envía al cerebro por el nervio óptico. La primera parada se produce en el cuerpo geniculado lateral del tálamo y en un pequeño segmento que va al colículo superior y sirve para ajustar la cabeza y los ojos de manera que se maximice la entrada de información.
Desde el núcleo geniculado lateral, la información se manda a la corteza occipital o área visual primaria, donde se realiza un primer procesamiento de la información, para luego seguir hacia otras regiones cerebrales, áreas visuales secundarias, donde se completa el procesamiento visual. Esta ramificación dentro del cerebro es lo que se denomina “rutas” del QUÉ y CÓMO vemos. La primera, se dirige hacia los lóbulos temporales e integra las características “finas”, los pequeños detalles de los objetos en que nos fijamos, para averiguar de “qué” se trata, mientras que en los lóbulos parietales se integra la información que completa todo el campo visual, los elementos que lo constituyen, el “cómo” es lo que tenemos frente a nosotros.
Parece que existiría un tercer nivel de procesamiento o área visual terciaria, que integraría nuevamente toda la información de las distintas áreas cerebrales primarias y secundarias. Existen evidencias que apuntan hacia los lóbulos frontales, región donde tomaríamos conciencia de lo que vemos, donde confluyen vivencias anteriores, recuerdos y emociones que dan sentido a lo que vemos y que determinan que el mundo exterior sea algo individual, subjetivo, no siempre acorde con la realidad. Esto ha determinado en la historia del pensamiento la corriente que conocemos como idealismo, donde el mundo exterior es un simple constructo del ser humano.

Desde el núcleo geniculado lateral, la información se manda a la corteza occipital o área visual primaria, donde se realiza un primer procesamiento de la información, para luego seguir hacia otras regiones cerebrales, áreas visuales secundarias, donde se completa el procesamiento visual. Esta ramificación dentro del cerebro es lo que se denomina “rutas” del QUÉ y CÓMO vemos. La primera, se dirige hacia los lóbulos temporales e integra las características “finas”, los pequeños detalles de los objetos en que nos fijamos, para averiguar de “qué” se trata, mientras que en los lóbulos parietales se integra la información que completa todo el campo visual, los elementos que lo constituyen, el “cómo” es lo que tenemos frente a nosotros.
Parece que existiría un tercer nivel de procesamiento o área visual terciaria, que integraría nuevamente toda la información de las distintas áreas cerebrales primarias y secundarias. Existen evidencias que apuntan hacia los lóbulos frontales, región donde tomaríamos conciencia de lo que vemos, donde confluyen vivencias anteriores, recuerdos y emociones que dan sentido a lo que vemos y que determinan que el mundo exterior sea algo individual, subjetivo, no siempre acorde con la realidad. Esto ha determinado en la historia del pensamiento la corriente que conocemos como idealismo, donde el mundo exterior es un simple constructo del ser humano.

Esquema de las vías del Qué y el Dónde
Teléfono: 935 51 33 00
Dirección: Edifici Jardi Planta 0, Gran Via de Carles III, 71, 08028 Barcelona
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