El ser humano debe tomar decisiones continuamente pero sorprende que casi siempre lo hagamos de forma inconsciente y, más aun, en la mayoría de casos elegimos alternativas que no siguen parámetros lógicos de probabilidad y/o de coste-beneficio. En este capítulo veremos los mecanismos de toma de decisiones y cómo influyen las emociones.

la toma de decisiones

Cómo tomamos decisiones

Las decisiones se toman para satisfacer una necesidad o un deseo. Básicamente una decisión es una elección entre posibilidades. Implica evaluar las líneas de acción disponibles y determinar qué acción se llevará a cabo. Hay decisiones que son “fáciles”, hay una opción que sobresale sobre las otras o, las consecuencias de equivocarse son poco importante pero, no siempre sucede así y entonces debemos realizar una evaluación mental que se debatirá entre la lógica racional y la intuición emocional. Podríamos decir de forma general que la decisión se toma en función de dos factores fundamentales, el valor que tiene para nosotros cada opción y de la probabilidad de que se dé el resultado esperado.

En la mayoría de casos, especialmente cuando se trata de toma de decisiones difíciles, se tiende a pensar que intentamos valorar todas las opciones, es decir recabar la mayor parte de la información que nos puede ayudar en la valoración de la decisión, el problema está en que casi siempre no dispondremos de toda la información y deberemos elegir de forma sesgada.

Cuando la toma de decisiones se realiza de forma consciente, el proceso mental sigue tres fases secuenciales:

  • Define las alternativas.
  • Otorga un valor cuantitativo sobre la probabilidad de que se de cada alternativa.
  • Atribuye las posibles consecuencias de tomar esa alternativa (beneficios y perdidas).

Es evidente que las evaluaciones que hagamos sobre cada opción dependen de nuestras metas y de nuestros valores personales, por ello las consecuencias de cada decisión son absolutamente subjetivas. El problema de tomar una decisión ira creciendo a medida que las alternativas, sus valores, estén más próximas, esa igualdad es generadora de incertidumbre.

Modelo de utilidad esperada

Definimos el término de “utilidad esperada” como una conducta racional en quien toma una decisión al valorar:

  1. Las probabilidades que tienen las posibles alternativas.
  2. Las consecuencias de esa decisión.
  3. La asignación de utilidades.
  4. La ponderación al multiplicar las utilidades por su probabilidad.
  5. Elegir la opción con la utilidad esperada más alta.

Esto supone que el que toma las decisiones lo hace en un marco racional, buscando la utilidad más alta mediante el algoritmo de la matemática probabilística, pero siempre desde un punto de vista subjetivo. La pregunta, ¿qué importancia tiene para nosotros?, resume la idea de utilidad esperada. La cuestión central no es sólo el valor intrínseco, sino el valor que tiene para uno mismo, para quien toma la decisión.

El proceso mental de una decisión

El proceso mental supone tres pasos:

  1. Evaluar cada una de las líneas de acción y multiplicar cada una de ellas por sus consecuencias (al ser aceptada o rechazada) es decir, establecemos un valor ponderado.
  2. Sumar estos valores ponderados, las utilidades esperadas, para crear un resumen de la evaluación de cada alternativa.
  3. Elegir la línea de acción que tenga la utilidad esperada más alta, que será aquella con una mayor suma de utilidades ponderadas de forma probabilística.

Como vemos se trata de un proceso subjetivo, ya que cada individuo asignará valores particulares. Esta regla de decisión es el núcleo de la mayoría de teorías económicas modernas sobre la conducta racional.

Actitud de riesgo

En el contexto de la utilidad esperada se puede introducir un nuevo concepto, el de varianza, que describe un intervalo entre posibles resultados y que en cognición lo denominaríamos, “actitud de riesgo”. Esto lo vemos muy claro en los jugadores de los casinos, algunos prefieren jugar bajo estrategias con pequeñas variaciones en el intervalo de riesgo, apuesto poco pero voy a lo seguro, otros se plantean la situación contraria, mucho riesgo con apuestas fuerte y, una sola vez que gane ya me compensa (se les conoce como buscadores de riesgo).

Las investigaciones sobre la toma de decisiones han buscado el correlato neural. Mediante neuroimagen se ha visto que en la incertidumbre que aparece en la toma de decisiones, se activaría el núcleo accumbens, utilizando la dopamina como neurotransmisor. Otros investigadores encontraron la activación de este núcleo junto a una extensión de la amígdala y parte de la corteza orbitofrontal (Breitner 2001). Sin embargo no siempre se encontraba un patrón de activación semejante o proporcional a las consecuencias que se anticipaban con una determinada alternativa. Parece que el cerebro no siempre lleva a cabo cálculos de utilidad como los que determina la ecuación de la utilidad esperada (el producto del valor por la probabilidad).

Resultados del modelo de utilidad esperada

Los estudios clínicos y de laboratorio fueron poniendo de manifiesto que el modelo racional de utilidad esperada tenía ciertas carencias. Se diseñaron nuevos estudios y se vio que la mayoría de personas no siguen un patrón lógico en la toma de decisiones y esto se daba tanto en gente de un nivel intelectual bajo como alto. Se plantearon problemas donde si se hubiera dado un mínimo razonamiento como el planteado en el modelo de utilidad esperada o siguiendo la ley de transitividad (si A es mejor que B y B mejor que C, entonces prefiero A antes que C), la elección hubiera sido muy diferente a la que señalaron la mayoría de los encuestados, que solo veían el resultado aparente, el que parecía superior respecto a otras opciones pero, inferior a sí se hubiera hecho un cálculo más pormenorizado de los beneficios finales.

Algoritmo de satisfacción

Tras verificarse que el ser humano no siempre emplea métodos lógico-racionales en la toma de decisiones, se plantearon nuevas alternativas, nuevos algoritmos. Una de las propuestas más destacadas fue la que plantea un razonamiento para desarrollar estrategias adaptativas, que proporcionen un equilibrio entre el esfuerzo cognitivo de buscar y procesar la información y la elección de la mejor alternativa en términos absolutos. Una estrategia sería satisfactoria, sin necesidad de ser la mejor de todas las posibles, simplemente con que fuera lo suficientemente buena para cumplir los deseos de quien toma la decisión, es lo que se denomina como “Algoritmo de satisfacción“.

El proceso cognitivo que se precisa para lograr la satisfacción es muy diferente al que se utiliza para el cálculo de la utilidad esperada y, por lo general requiere mucho menos esfuerzo.

La satisfacción aporta buenos resultados aunque no sean óptimos y está sesgada por el orden en que se buscan las posibles opciones. Esto lo vemos en un ejemplo como el de la búsqueda de un piso, en primer lugar determinamos qué características de un piso son importantes para nosotros, después establecemos criterios de aceptabilidad para cada atributo importante (no más de un tercio de nuestros ingresos, etc) y, finalmente consideramos las opciones disponibles de una en una, hasta que encontramos una que es lo suficientemente buena según las características y atributos antes señalados, en este punto dejamos de buscar, la decisión está tomada, esa es nuestra elección, ya tenemos piso. Es evidente que la elección será buena pero, si hubiéramos seguido buscando, a lo mejor hubiéramos encontrado algo mejor, hemos renunciado al piso ideal pero, no nos hemos equivocado en la elección, esta no ha sido la mejor pero sí que es buena.

La mayoría de personas utilizan el algoritmo de satisfacción, es menos costoso cognitivamente y aporta buenos resultados, además, hemos aprendido a reducir los criterios de elección, la experiencia nos permite definir las características y atributos más relevantes que marcarán la elección, lo cual reduce todavía más el proceso cognitivo, al tiempo que incrementa las opciones de acierto.

Teoría prospectiva

Otro elemento importante en la toma de decisiones es lo que se conoce como “efecto del encuadre”. Supone que podemos variar nuestra decisión final en función de cómo se planteó la cuestión. Esto lo vemos muy frecuentemente en las encuestas, según como se plantean las preguntas podemos inducir que la respuesta sea una u otra. En general la gente tiende a rechazar el riesgo cuando se les ofrecen posibilidades moderadas de ganancia, pero buscan el riesgo cuando se les ofrece probabilidades moderadas de pérdida.

En esta línea, la Psicología cognitiva nos dice que nuestras acciones están determinadas por nuestra representación mental de las situaciones, no directamente por la situación en sí misma. En la investigación de los encuadres nos pone de manifiesto que las decisiones se toman en virtud de nuestro punto de vista respecto a la situación a la que nos enfrentamos. Nuestra percepción de esa situación es un determinante primordial de nuestra conducta (Hastie 2000), es lo que se conoce como “Teoría prospectiva”.

La teoría prospectiva propone que la primera etapa en la toma de decisiones, es discernir las probabilidades que se tienen encuadrando los términos de la decisión. El encuadre significa simplificar, se evalúan las pérdidas y ganancias comparándolas con un punto de referencia, que suele ser la situación actual. Se compara el antes y el después, se evalúa si la decisión comporta una mejora respecto a lo que ye tenemos.

Las emociones en la toma de decisiones

Todos hemos tenido la experiencia de una mala decisión tomada en un momento de ira o de euforia. Los economistas y todos los expertos en marketing, asumen que la toma de decisiones se realiza con el fin de conseguir objetivos y que los objetivos son, o bien esencialmente emocionales (la búsqueda de la felicidad) o bien se asocian estrechamente a las emociones, especialmente con la culpabilidad, el arrepentimiento, el regocijo o la decepción.

El papel de las emociones

El papel de las emociones se ha puesto de manifiesto en lo que se ha denominado, “decisión por afecto”, en la cual las emociones anticipadas, en particular el arrepentimiento, reemplazan a las utilidades como portadoras del valor. Esto lo vemos en ejemplos como el miedo a volar, preferimos ir en coche antes que en avión, aun sabiendo que el riesgo es mucho mayor con el coche. El corazón gana a la razón, el factor emocional es el que marca la decisión final, aunque no sea lógica (Slovic 2002). Es como si los estímulos cargados emocionalmente redujeran el impacto de la información sobre las probabilidades, como si los resultados cargados de emociones dirigieran la atención a las consecuencias, alejándose de otras facetas de la situación.

Parece que en la toma de decisiones, cuando el resultado es inmediato, nuestro sistema emocional es el que controla nuestra conducta y nos conduce a elegir la gratificación que se encuentra disponible con carácter inmediato. Sin embargo cuando la gratificación no está disponible de inmediato, nuestro sistema racional, más frio, toma el control y elegimos “sabiamente” (Lowenstein 1996).

Los estudios con neuroimagen han sido muy reveladores. Éstos han puesto de manifiesto que cuando los sujetos investigados se someten a situaciones de no ambigüedad pero con resultados de pérdida, se activa la corteza prefrontal dorsomedial y, cuando hay ambigüedad o no ambigüedad con resultado de ganancia, ya no se activa la corteza prefrontal dorsomedial y sí lo hará el sistema orbitofrontal ventromedial que, recordemos, es el que más está implicado en las emociones.

Toma de decisiones con incertidumbre

Ante la incertidumbre, no parece que se sigan las leyes matemáticas de la probabilidad, más bien nos basamos en otras capacidades cognitivas: recuperar información de la memoria, realizar una evaluación por similitud e imaginar las causas de los acontecimientos.

Éstos son juicios heurísticos que dan como resultado decisiones útiles de tipo adaptativo. Esto se relaciona estrechamente con el rendimiento de nuestros sistemas perceptivo, especialmente el visual, con la génesis de representaciones mentales que nos orientan en la toma de decisiones. Esto puede llegar a ser muy negativo ya que la representación mental está basada en el recuerdo y este puede no ser objetivo, generalmente está influido por factores culturales y sociales. Si queremos volar y tenemos miedo, seguramente se genera una imagen mental de un suceso negativo, un accidente que vimos en un reportaje de televisión. Es evidente que esta imagen no es representativa de la realidad, los datos estadísticos demuestran que volar en avión es el medio de trasporte más seguro.

La intuición

La importancia de las emociones en la toma de decisiones es algo que va ganando fuerza a medida que van apareciendo nuevas evidencias, como el trabajo de Antonio Damasio en el que sometía a decisiones complejas a dos grupos de individuos, unos normales y otros con lesiones frontales ventromediales donde falla el proceso de elección intuitiva.

Antonio Damasio, en sus investigaciones, observó que los individuos normales eran capaces de saber cuál era la opción errónea, de intuirla, porque la simple sospecha inconsciente producía una serie de cambios somáticos, como sudoración o incremento de la frecuencia cardiaca, que al notarlos les inducia a rechazar esa opción, producía una conducta de evitación, es lo que denominó “hipótesis de los marcadores somáticos”. El grupo de individuos con alteraciones en áreas frontales ventromediales, que no pueden procesar bien este mecanismo intuitivo sobre la buena o mala elección, no se daba la descarga somática y el índice de error era más elevado.

La respuesta somática

La pregunta aquí es, ¿qué fue lo que intuyeron los sujetos normales para que se provocara la respuesta somática?, en un jugador de cartas podría ser algo racional, como la probabilidad de que salga una carta determinada después de analizar las jugadas previas pero, en la mayoría de casos se admite que el mecanismo es otro, algo que puede estar relacionado con las emociones, con las vivencias previas y su carga emocional, que determinan de forma inconsciente una respuesta física, descarga somática, que nos induce a decantarnos por una determinada alternativa, aunque no tenga demasiado sentido desde el punto de vista racional.

Tal como señalábamos al inicio de este artículo, cada vez somos más conscientes de la importancia de nuestro acervo interior, de las vivencias previas, de nuestras emociones, a la hora de controlar nuestras acciones en la vida diaria.

En el siguiente capítulo seguiremos tratando este tema, concretamente en lo que se refiere a la resolución de problemas, el razonamiento analógico, inductivo y deductivo, así como el papel de la memoria y las emociones. 

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Explicamos la toma de decisiones y los tipos de procesos que realizamos para tomar una decisión. Esta es una entrada de la serie qué vemos y cómo vemos.
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